Noé Ortiz
Se supone que las redes sociales como Facebook y Twitter son los espacios de opinión pública más libres y que esa libertad es la que generaría un espacio de discusión abierto que genere ideas y promueva algunos cambios, como ha pasado con el movimiento #Yosoy132, en otras ocasiones parece ser un espacio muy limitado y censurado.
En estos días he vivido estas experiencias: por una parte la gran cantidad de información vertida en redes sociales, alguna cierta, alguna falsa, y muchísima engañosa, pero que analizada con cautela nos amplía el panorama de lo que cada candidato y partido puede ofrecer y en lo que está mintiendo, o dicho de otra manera, un montón de información a la que hay que observar con mucho cuidado para hacerla útil.
Pero por otra parte están los cavernícolas de la red, esos seres irracionales cuya única misión es esparcir a diestra y siniestra fotografías, archivos, textos y post, cuyo contenido denosta a los candidatos de los otros partidos (y preciso, este fenómeno ocurre en todos los partidos), sin importar que sólo contengan mentiras o sean elementos sacados de su contexto para darle una interpretación distinta.
Lo malo de estos neandertales, es que se asumen como operadores políticos o expertos en campañas, sólo por su capacidad para llenar las redes sociales de estos panfletos, pero que ante la discusión y cuestionamiento, sacan el garrote del insulto para defender su postura.
Peor todavía, porque asumen que si los cuestionas, es porque tú defiendes al otro candidato, porque en su pequeño mundito todo el país es partidario de alguien: o lo son del verdadero(a) y único(a) candidato(a) democrático, puro y limpio, o están con los transas, ratas, manipuladores y mentirosos.
Por eso el tema de la libertad de expresión no se agota en los medios de comunicación, sino que trasciende, y se vuelve más importante, en los espacios públicos en donde el ciudadano, el particular, tiene el control de lo que se expresa y la capacidad de llevar una discusión en el plano de las ideas sin necesidad de pasar a lo personal.
Si subes una imagen y etiquetas a alguien, estás dándole permiso para opinar y discutir sobre la misma; si no te gustan las opiniones, no publiques, pero no termines la discusión con el gran argumento: “con putos ni a la esquina”