Ricardo Valencia Vega
Como cada año, con el pretexto de hacer de la fe un acto de exhibición pública, cientos de creyentes secuestraron las calles de la ciudad en perjuicio de miles de zamoranos, que durante 12 días, se vieron privados del derecho constitucional del libre tránsito, le peor de todo, ante la mirada complaciente de las autoridades, que parecen postrarse ante los caprichos del poder fáctico que la Iglesia impone.
Sólo hay que recordar la complicidad en la vergonzosa expulsión de la Casa de la Cultura y en las vejaciones al Centro de Salud.
No basta que el Santuario Guadalupano, esa gigantesca obra, tenga un atrio enorme para albergar a peregrinos y danzantes; no bastan las 10 horas no pico que tiene el día para que creyentes salieran a las calles sin afectar el ritmo de la ciudad. No, pues parece que la fe es válida sólo en la medida en que es exhibida, y no en la medida en que es profesada.
¿Y si las calles de la ciudad fueran tomadas durante 12 días por mormones, cristianos, testigos de Jehová habría la misma tolerancia?, lo dudo, pues basta con que un grupo de jóvenes (yo soy 132) se manifieste, o que los niños salgan a las calles a pedir Haloween, para ser inmediatamente fustigados como agitadores o corruptores de “nuestras tradiciones”.
Finalmente, se trata de construir una sociedad de convivencia y de tolerancia en la que la expresión de unos sea respetuosa de los demás, sin imponer ni orillar a todos a participar por acción u omisión, de una creencia que debe quedar libremente circunscrita a los límites del grupo que la profesa.