Noé Ortiz
De poco servirá el esfuerzo del DIF, grande por cierto, por repartir calcomanías para vehículos que transportan personas con capacidades diferentes mientras la ciudadanía no nos involucremos y respetemos los espacios destinados a ellos: es lamentable ver todos los días y en todos los lugares, personas estacionándose en lugares reservados para discapacitados u obstruyendo las rampas.
Bajo los pretextos de “al fin que no me tardo”, y “es que llevo mucha prisa”, o peor aún “al fin que hay muchos”, entorpecemos las escazas políticas públicas encaminadas a elevar la calidad de vida de este sector de la población y les privamos de un derecho fundamental: el derecho a al acceso.
Una de las maneras de llegar a la igualdad de derechos es reconocer las diferencias y tratarlas con consideración (que es muy distinto a la lástima) y respetar los espacios destinados a facilitar el acceso de personas con capacidades diferentes, es un asunto de consideración.
Ocupar un cajón de estacionamiento destinado para este propósito aunque haya muchos desocupados, u obstruir una rampa porque no me tardo, no priva directamente los derechos de ningún individuo, porque finalmente no hay certeza de que vayan a necesitarse, pero sí refleja la visión pobre y egoísta de quien comete el acto.
El punto es que cuando nos falta consideración en el trato a grupos humanos que, compartiendo una característica común, los ubica en un grupo minoritario (discapacidad, madres solteras, niños en situación de riesgo, etc.), estamos impidiendo el desarrollo personal y económico de un porcentaje de la población, que a la larga acarrea un retroceso en el desarrollo de la sociedad.
OSTINATO: Aunque es el tema atractivo por naturaleza, no todo son campañas políticas.