Noé Ortiz
Propuesta: que el presupuesto destinado a partidos políticos e instituciones electorales se ajuste en proporción directa con el número de votos generados, de tal manera que al realizar el conteo final de las elecciones de este año, el dinero público que se destinó se multiplique por el porcentaje de votos respecto del padrón electoral, sin contar votos nulos, y ese dinero sea el nuevo presupuesto a repartir para el siguiente periodo electoral, de tal manera que si sólo vota el 50 por ciento de la gente, menos el aproximadamente 6 por ciento de votos nulos, los partidos e IFE dispongan sólo del 44 por ciento del dinero que les tocó para esta elección.
De esta manera podríamos acercarnos al valor objetivo de nuestra democracia, ya que la asignación de recursos no será de acuerdo a las necesidades de las instituciones, sino en relación al valor que generan para el país y la sociedad. Algo así como cuando a nosotros nos cobran el ISR de acuerdo a los ingresos, o el IVA en relación con el valor del producto; la gasolina y la luz de acuerdo a su costo de producción, y en ningún caso, de acuerdo a las necesidades del ciudadano. Como debe ser, pues.
Además, cargarían con un incentivo motivador del crecimiento: en cada periodo electoral, además de que se reduciría el presupuesto en la proporción en que reduzca la participación ciudadana, recibirían un 5 por ciento adicional de reducción, como castigo por no saber motivar a los mexicanos a participar en las elecciones, único y principal objetivo que justifica su existencia (por supuesto que si incrementa la participación de votos, incrementaría el dinero destinado).
De esta manera logramos, primero, pagar un precio más o menos real de nuestra democracia y que el costo del voto sea acorde al interés generado por los candidatos y el IFE; segundo, orillar a los partidos políticos a buscar el voto de la gente, y no hacer cuentas sólo con su voto duro; en tercer lugar, los ciudadanos tendríamos, ahora sí, una herramienta para presionar a los políticos: si no sirven, en las siguientes elecciones dejamos de votar sabiendo que eso les reducirá su dinero, y si demuestran que funcionaron, aspirarán a incrementar el presupuesto partidista.
Claro que en un sistema en donde lo que mandan son los intereses partidistas, no cabe ninguna idea que le dé a la ciudadanía un poder real sobre ellos.